“The dancer of the future will be te one whose body and soul have grown so harmoniously together, that the natural language of the soul will have become the movement of the human body.
The dancer will not belong to any nation then, but humanity”
Isadora Duncan.
Abril es el mes de la danza en el mundo; el día 29 se festeja el Día Internacional de la Danza desde hace 32 años, cuando fue nombrado por el Comité Internacional de Danza del Instituto Internacional de Teatro, como conmemoración del natalicio del coreógrafo y maestro francés Jacques Noverre, considerado el creador del ballet moderno.
Durante todo el mes en México se reúnen cientos de grupos de bailarines y solistas, tanto profesionales como amateur, para celebrar a aquellos que bailan con el alma y el cuerpo, y que sienten la danza como parte de sí mismos.
Nosotros conocemos la sensación de liberar endorfinas por medio del movimiento, de la exaltación de los sentidos al dejar fluir la música y que nuestro cuerpo reaccione a los estímulos y disfrute de todo lo que bailar nos da. Pero hay quienes viven de ello, que han estudiado durante años, que se han formado en academias, la mayoría, desde pequeños y que han invertido tiempo, dinero y corazón –sí, la danza es una carrera como gastronomía o derecho-.
¿Cuál es el panorama actual del gremio dancístico mexicano?
En los últimos meses, México enfrenta un futuro incierto en esta disciplina artística.
Compañías nacen y desaparecen diariamente por el nulo apoyo del estado. Las que salen a flote son aquellas que logran consolidar su proyecto como Asociación Civil y buscan subsistir a través de patrocinios, apoyos económicos y deducción de impuestos a lo largo de su trayectoria, pero muchas otras trabajan a diario sin goce de sueldo, sin pago por más de seis horas de ensayos, sin atención médica y en busca de poder pisar un escenario y sumergirse una vez más en el vaivén de sus movimientos.
También las compañías institucionales pasan por dificultades, no sólo económicas, si no de liderazgo por parte de sus directivos y atraso cultural que data de más de 25 años donde no ha existido un desarrollo importante en sus artistas y repertorio. Prueba de ello es que durante 40 años la Compañía Nacional de Danza (mayor referente institucional del país), ha realizado el mismo montaje de “El Lago de los Cisnes” sin modernización.
El despertar de los bailarines es notorio, pues hoy sus exigencias son enfocadas en ser tratados como trabajadores de la danza, y no sólo como el medio para que el coreógrafo logre realizar sus más grandes obras. Desean dejar de ser vistos como ejecutores e involucrarse como artistas de piezas innovadoras; han cobrado conciencia de su importancia a nivel escénico, creativo y representativo y piden ser escuchados. Para ello es necesaria una política pública adecuada a las solicitudes actuales de los creadores de la danza; una revisión a los esquemas oficiales que promueven el desarrollo de este movimiento en México.
El objetivo primordial de la danza a través del estado mexicano debe ser promover el desarrollo artístico y la proyección nacional e internacional de todos los bailarines a nivel profesional y amateur, la captación y capacitación de nuevos talentos y la producción de obras que correspondan a la sensibilización de los espectadores en nuestra época actual, que tanta falta hace.
El Día Internacional de la Danza debe servir como pretexto para mirar más allá del arte interpretativo de los bailarines que están evolucionando en favor a dar lectura a nuestro tiempo a través del cuerpo humano.
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