Hombre con temperamento reacio, alejado de los sentimentalismos que él creía decadentes para el simbolismo puro, creó una serie de trabajos alegóricos, románticos y fantásticos que nos podrían haber enseñado todo sobre la mitología y leyendas alemanas. Su versión de la realidad no era la que todos tendríamos en mente, sus trabajos reflejaban un mundo maravilloso que muy pocos de nosotros imaginamos reales.
Arnold Böcklin es uno de esos pintores olvidados que hoy pasan prácticamente desapercibidos; sin embargo, dio la pauta para crear grandes movimientos artísticos como el surrealismo. Simplemente es conocido como el pintor de “La isla de los muertos”, ninguna otra virtud le dan a pesar de que su obra fue aclamada por los pintores posteriores.
Cada trazo nos recuerda un lugar fúnebre que está a punto de estallar en las más horribles pesadillas, un tormento onírico del que intentas despertar pero que, como si quisieras, te quedas inmóvil y no haces nada para cambiar tu futuro.
En su obra hay un halo de misterio pero también de clasicismo. Todas sus obsesiones se reflejan en el lienzo, las mismas que después de inmiscuirnos en la fantasía, nos da un puñetazo de realidad al ver el sufrimiento ajeno tan real y vibrante como para simbolizar la perdición, lujuria o el más terrible desenlace que está escrito en el metarrelato.
Sirenas, ninfas, faunos y más seres extraordinarios comparten el mundo de horror y delirio que provoca esa realidad desconocida de ojos sospechosos que nos miran por todos lados y nos atacan con el misterio de no saber desde dónde nos acechan.
Böcklin nació en Basilea, Suiza y comenzó a relacionarse con artistas como Carl Friedrich Lessing y Anselm Feuerbach. Más tarde se traslada a París y luego a Roma, un pintor nómada que buscaba lo mejor de cada país para crear un arte único. Él comenzó a utilizar los colores para darle luz a sus obras y dotarlas de un halo romano sin igual.
Muchos aseguran que Böcklin era un pintor simbolista; sin embargo, su obra pictórica también tiene toques románticos que recuerdan los primeros años del Impresionismo y del quiebre de las vanguardias; y al Art nouveau, con figuras de la arquitectura clásica que intentan mostrarnos un poco de ese pasado y por supuesto, la obsesión del pintor con la muerte.
Pintores como Salvador Dalí, Giorgio de Chirico, Max Ernst y Duchamp encontraban fascinante y enormemente místico el trabajo de Böcklin, De hecho, con gran influencia de Rubens pintó las centauromaquias y las escenas de combate que realizó en sus últimos años. Se basó en Poussin y Le Lorrain para hacer los paisajes que encuentran forma en su serie “Villas a orillas del mar”.
Los surrealistas aseguraban que la creatividad del pintor fue la que le permitió explorar con la iconografía, símbolos de carácter mórbido y erótico que mezclaba todos los géneros. Tenía un carácter anti idealista que proyectaba la ironía ante los instintos terrestres más profundos y devastadores de esa burguesía que parecía triunfar en los primeros años del Imperio.
En su tiempo, Böcklin fue símbolo de modernidad, cambio y ruptura. A pesar de que pintaba con preceptos románticos que rememoraban tiempos pasados como mejores, quería inventar sin pertenecer a una corriente, simplemente tenía la idea de expresar su arte en el lienzo. Muchos años después, el dictador alemán Adolf Hitler, ese hombre que rechazó el arte de su época por ser feo, “degenerado” y sin ningún tipo de aportación real al arte, amó con devoción la pintura de Böcklin, el hombre al que seguramente refirieron de la misma manera en su época, aquel que no siguió las normas pero que cautivó al gobernador alemán.
El Führer compró su trabajo más famoso: “La isla de los muertos”, misma de la que había cinco versiones distintas. Pero a pesar de ser un gran pintor, Böcklin quedó en el olvido. Cada trazo clásico nos recuerda el mundo moderno en el que el pintor tampoco parecía encajar, pero cuyo modo de pintar cambió todo.
Arnold Böcklin es uno de esos pintores que muy poca gente conoce, pero que si a su trabajo se le diera más difusión, todos se enamorarían de su obra. Aquí 10 pintores más por los que la gente se desviviría si sólo se les diera la fama que merecen.