Inspiradas en los campos idílicos de su niñez en el sudeste de Queensland, las pinturas de la australiana Monica Rohan parecen parte de una novela del siglo XIX. A través de una misteriosa forma de autorretrato, Rohan -influenciada por el artista francés Edouard Vuillard- da rienda suelta a su imaginación construyendo paisajes emocionales que nos transportan a diversos estados físicos.

El uso del espacio como recurso pictórico es un elemento sorprendente en su trabajo. Mujeres vagando en un sin fin flotante, cayendo, subiendo o simplemente recostadas esperando nada, nos conmueven en un contexto dominado por el color. Su pintura es lúdica y cálida; todo gracias a su amor por elementos decorativos como textiles y follajes exuberantes que enriquecen simbólicamente toda su obra como si se tratara de un día iluminado, un momento intrigante donde reconocemos cierta fragilidad y languidez existencial que no podemos dejar de cuestionar
