Pocos personajes en la historia han tenido la trascendencia del estratega militar y emperador de Francia, Napoleón Bonaparte, cuya influencia se extendería también al mundo del arte.
Las guerras napoleónicas -que posteriormente convertirían al italiano nacido en Córcega en emperador- implicaron un saqueo patrimonial, así como la requisa de una gran cantidad de obra de los países conquistados que luego se pondrían a disposición del Museo de Louvre; espacio que de 1803 a 1815 se llamó de hecho Museo Napoleón.
El rol que el arte jugó durante el imperio de Napoleón no solo fue importante sino fundamental en la legitimación como emperador de un extranjero, nacido en una familia desconocida por la nobleza francesa, quien tampoco sería el candidato ideal para altos rangos militares, dado que esos puestos también solían estar reservados para los miembros de la aristocracia. Para compensar todas estas situaciones, además de solidificarlo como un líder con fortaleza, Napoleón se empeño en utilizar a grandes artistas que lo retratarían en toda su majestuosidad, creando de él mismo una imagen que pasaría a la historia y quedaría en los museos desde los que ahora lo podemos conocer.
Se sabe por ejemplo que contrataría a los más grandes artistas de la época, que después de la Revolución Francesa no podrían haber recurrido a los miembros de las devastadas familias nobles, ahora venidas a menos. Comisionaría obra importante y de gran formato, pero con este patronaje se ejercía al mismo tiempo un tipo de censura que evidentemente impedía criticar al soberano.
Napoleón también intervendría en dirigir el tamaño del lienzo, los personajes que en él deberían aparecer, las posturas que debían adoptar quienes estaban representados, e inclusive haría evidente su deseo de establecer un vínculo visual entre él mismo y las representaciones de los emperadores romanos, ejemplo de esto son pinturas como Napoleón en la batalla de las Pirámides (1810), que lo plasma como un todopoderoso conquistador y Bonaparte visitando a las víctimas de pla plaga en Jaffa, de 1804 basado también en las obras religiosas donde se realizan milagros.


Retrato de Napoleón en su gabinete de trabajo, en el palacio de las Tullerías. Jacques-Louis David, 1812.


La coronación de Napoleón, por Jacques-Louis David. 1806-07.


Napoleón en su trono imperial, por Jean Auguste Dominique Ingres, 1806.


Batalla de las Pirámides, de Antoine-Jean Gros, 1810.


Napoleón visitando a los apestados de Jaffa, por Antoine-Jean Gros (1804).