Como especie humana, siempre hemos temido ese momento en que la naturaleza o lo dispuesto en el mundo nos sobrepase y se apodere de nosotros; probablemente esto obedezca a una necesidad por tenerlo todo bajo control, cuando en realidad sabemos que en el más inusitado segundo podemos vernos subyugados por el entorno. Quizá también se deba a que pensamos usualmente que aquello que conocemos nunca va a cambiar, o por lo menos no debería; y entonces ante cualquier afrenta a los sentidos que nos haga dudar de lo que percibimos, nuestra mente se desquicia.
Rodrigo Imaz es un artista con estudios en México y España que, a través de dibujos, pinturas e ilustraciones principalmente, provoca en el espectador un recuerdo relativo a esos sentimientos que más arriba explicábamos; con una mirada casi onírica, parcialmente irreal, la producción de este mexicano explora situaciones que obvien los tránsitos destructivos del hombre en el planeta Tierra.
En un símil a las imágenes que se apoderan de los cuentos para niños, el trabajo de Imaz rompe con su propio estilo para cumplir con una acción poética de denuncia o advertencia en la inadecuación instrumental que hemos hecho del lugar en que vivimos. La relación buena o mala –aunque más la segunda que la primera–, entre el hombre y sus entornos, da el motivo suficiente para formalizar la obra de este creador en escenarios de terror humano.
La naturaleza, por un lado, se levanta como un coloso que reclama su posición en el cosmos que retrata Imaz; lo circundante (lo tecnificado), por el otro, se arrastra como depredador en el registro de este mexicano. Ambos elementos principales para su obra crítica son, en realidad, poderes que amenazan al orgullo y voluntad humanas, las cuales, en un discurso del supuesto progreso, han violentado los recursos .
En un complejo visual de catástrofes y bellezas, su producción es la figuración perfecta para el lamento, la soledad y la corrupción (material y económica) de una realidad que, en el intento de una explotación útil, nos ha dado la espalda en acciones humorísticamente devastadoras.
La ilustración de Rodrigo es un llamado a la responsabilidad y a la conciencia frente a las transformaciones en el ambiente tanto político como natural en el que estamos insertos y del que no nos hemos responsabilizado lo suficiente.
Rodrigo Imaz nos aporta un trabajo artístico que, a su vez, sirve como vestigio de un proceso histórico repleto de basura, desperdicios y malas planeaciones que así como hoy claman por actos activistas, mañana darán cuenta de los errores y su posible solución u omisión.
Él forma parte de la selección de Creativos 2016 de Cultura Colectiva, conoce más de su obra en:
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