

En 1977 abrió sus puertas un espacio construido por un par de arquitectos entonces desconocidos, Renzo Piano y Richard Rogers, que sería el nuevo hogar de las colecciones del Musée National d’Art Moderne, una iniciativa estatal dedicada a adquirir las obras de arte de los más importantes artistas franceses vivos.
El jurado que recibió las propuestas arquitectónicas y evaluó su viabilidad y trascendencia estaba compuesto por unas cuantas súper estrellas de la arquitectura moderna: Jean Prouvé, Oscar Niemeyer y Philip Johnson, quienes consideraron que la propuesta de “un edificio para la información, la diversión y la cultura; casi como una máquina, o una herramienta informativa” como la describirían Piano y Rogers era la verdadera idea del museo de la modernidad.
A 40 años de su inauguración, el Centre Pompidou se ha convertido en una referencia ineludible de la gestión cultural, de las grandes exposiciones y de la trascendencia artística: ha mostrado de su acervo que incluye nombres como Henri Matisse, Pierre Bonnard, Robert Delaunay, Georges Braque, Pablo Picasso, Giorgio de Chirico, René Magritte, Piet Mondrian, Jackson Pollock, Joseph Beuys, Andy Warhol, Lucio Fontana e Yves Klein.
Renzo Piano, quien más adelante en su carrera sería condecorado con el premio Pritzker, reflexiona sobre una de sus más trascendentales creaciones del mundo museístico y señala que “era el inicio de una revolución”, en la que querían transformar completamente la idea convencional de un museo poniendo sus entrañas en el exterior. No podían saber que su diseño se replicaría en edificios de museos a partir de entonces por décadas.
En 1977 no existía precedente de un espacio abierto y sin columnas como el que el Centre Pompidou había logrado: “los museos que existían entonces eran los mismos que existen ahora: lugares que intimidaban a la gente, ahora nos encontramos casi con el problema opuesto, los museos están más interesados en ser un espacio de socialización que un hogar para el arte.”













