Dos monstruos de la pintura, ambos franceses que vivieron en la misma época histórica, que incluso se conocieron y fueron amigos, pero ¿cómo diferenciar entre la obra de Edouard Manet y Claude Monet? Realmente la diferencia no debería causar ningún problema para un ojo acostumbrado a observar pinturas; sin embargo, los trazos de ambos artistas pueden confundirse a partir de la multitud de hechos que tienen en común y sobre todo, de la similitud en el apellido de ambos maestros del Impresionismo.
Los temas de la obra de Monet se concentran en paisajes y escenas de la naturaleza, razón por la que prefería pintar en exteriores y con trazos rápidos, siendo una primera diferencia con Manet importante, mas no decisiva. Monet no estaba interesado en plasmar las cosas fielmente, tal y como son en la realidad, por lo que sus obras carecen de detalles específicos. Su trazo es mucho más libre que el de Manet, Claude se caracteriza porque pintaba todas sus obras en una sola sesión y la luz jugó un papel preponderante en su trabajo, especialmente la gama de tonos que llegan con el crepúsculo de los extremos del día. Una famosa obra de este pintor dio nombre a toda la vanguardia: “Impresión, sol naciente” (1873). El propio Monet habría de expresar la intención de todo su trabajo artístico tratando de describirla:
“El paisaje no es otra cosa que una impresión, una impresión instantánea, de ahí el título, una impresión que me dio. He reproducido una impresión en Le Havre, desde mi ventana, sol en la niebla y unas pocas siluetas de botes destacándose en el fondo (…)”. Ese patrón se repite en el trabajo artístico del pintor, a través de la repetición y el conocimiento visual de cada una de sus obras, es posible apreciar definitivamente su estilo personal en la pintura:
Una carta de Paul Cézanne a Ambroise Vollard refleja la óptica de este pintor sobre la realidad y la forma de abordar sus telas: “Monet es el ‘ojo cabrón’, el maravilloso ojo, de acuerdo con su pintura. Yo me quito el sombrero ante él. Es el mejor impresionista. Es el ‘ojo’ único, la mano única, el único al que obedece el crepúsculo con sus diáfanos matices y sus colores bien ajustados, sin que, en cambio, sus cuadros parezcan obedecer a un método”.
–
Por otro lado, está Édouard Manet, quien prefirió pintar retratos, de forma que su trabajo solía realizarse en interiores y en ocasiones durante varias sesiones. Es conocido en el mundo de la pintura por ser el creador del Impresionismo, muchos creen que a él se debe la transición definitiva hacia esta vanguardia que dejó atrás al Realismo. A diferencia de Monet, sus líneas son marcadas y firmes, interesándose en escenas de la vida cotidiana de las personas, muchas veces basadas en obras anteriores de los grandes maestros, como la famosa “Olympia” (1863), una moderna “Venus de Urbino” (1538), de Tiziano.
A pesar de que existen diferencias significativas en cada una de las formas de entender el arte para ambos artistas, la noción general es similar entre ellos. El crítico de arte Theópile Thore, definió el trabajo de este pintor como una obsesión por el color, un punto de fuga cromático que define la personalidad y los detalles de la obra:
“Manet ve el color y la luz, después de lo cual ya no se preocupa por el resto. Cuando ha hecho la mancha de color en su lienzo con personas y escenas circundantes, siente que esto es suficiente. Su presente vicio es una especie de panteísmo en el que una cabeza humana puede ser menos que una zapatilla; en el que a veces se da más importancia a un ramo de flores que a la fisonomía de una mujer.”