Piensa en tus más grandes traumas de la infancia, multiplícalos al mil por ciento y helo allí, el tránsito de Francis Bacon por la vida. Sí, puede sonar exagerado, seguramente hay muchas personas en el mundo con historias similares o peores, pero la existencia de este pintor inglés siempre fue marcada por la extrema tragedia y la consciencia irremediable de estar solo en el mundo. Nacido en una acomodada familia europea, Francis nunca conoció la felicidad al ser azotado por su padre, despreciado por su madre y maltratado por su niñera.
A la edad de 16 años, Bacon tuvo que dejar su hogar y dirigirse a Londres para sobrevivir con tres libras a la semana, porque su padre, un día llegando a casa, lo encontró vestido con la ropa de su madre. Este suceso tomó tal relevancia en su crecimiento que su producción artística se vio paulatinamente cargada de figuras que desafiaban lo ocurrido y de reflexiones al respecto.
Francis ha sido reconocido en el mundo por retratar a unos sufrientes y diabólicos Papas en sillas eléctricas, por mostrar carne destazada y en extremo obscena para algunas conciencias, y autorretratos que revelaban su pasado tormentoso. ¿Cómo es que él llegó a tal punto? ¿Cuáles fueron los medios para que decidiera volcarse a ese tipo de pintura?
Ingeniándoselas para salir adelante sin poner en riesgo sus intereses, Francis se involucró con la vida bohemia de París –lugar al que se trasladó posteriormente– y con varios hombres mayores que él como amantes; se dedicó un tiempo a diseñar mueblería Art Deco y cuando descubrió la pintura como vehículo definitivo para su mente, intentó pertenecer al grupo de los surrealistas. El cual, por cierto, lo rechazó.
Pero en verdad le hicieron un favor, así que no tenemos porqué afligirnos; de no haber sido así, Bacon nunca hubiera generado su propia interpretación de lo psicológico y lo artístico, alejándose de esas bocas, crucifixiones y demás pesadillas masoquistas que le hicieron único.
De haber pertenecido al surrealismo, hoy no tendríamos la oportunidad de un arte brutalmente (radicalmente) conectado con la complejidad interior de su autor, ni tendríamos el material suficiente para analizar y ser testigos de que la pintura en el siglo XX podía ser tan individual que la estancia en una vanguardia no definía nada en lo absoluto.
Si Francis Bacon entonces no puede ser leído en otros términos mas que los suyos, ¿qué ver en su trabajo? ¿Cómo aproximarnos a su obra? Para ello, hemos retomado los siguientes puntos: aspectos clave para no perder el rumbo y pensar que la producción baconiana era tan simple como pensar en el sueño o el inconsciente.
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Violencia
Con una fascinación bastante marcada por textos médicos, fotografías de crímenes y litografías del Renacimiento o fotos de celebridades, Bacon hizo su propio archivo para hallar las figuras del dolor, el desgarre y el accidente. Admiraba la pulcritud y la estética de la pintura de antaño, pero esto no frenó que siempre intentará un aspecto brutal en sus creaciones, a veces dejando de lado el pincel y experimentado con otros materiales.
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Caos
Bacon ha sido recordado también por su asidua forma de beber. En su estudio, en un hotel, en un bar o en casa de alguno de sus amigos, Francis encontró algo en su interior de esta manera, algo que le fue útil para su arte siempre: el caos calculado. Una medible forma de hallar la creatividad, el riesgo y la seguridad en un mismo orden.
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Mutilación
Sobre todo en sus retratos de lo conflictivamente humano, Bacon se encargó de definir la figura humana a partir de la podredumbre, la mutilación y la tortura. Sus cuerpos no son estables ni se limitan a posar, son organismos que padecen y suplican. Para la pintura baconiana es de suma importancia el movimiento que se crea en la mente del espectador a partir de las sugerencias terribles de lo retratado.
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Énfasis
En la obra de Bacon es fácil reconocer que la enfatización del sujeto pintado se debe a un interés por dirigir la mirada del público a partir de un uso del espacio específico; es decir, como si mostrara especímenes en peceras invisibles, Francis dispone a sus criaturas en marcos de exposición distante para ser admiradas en el horror y la violencia.
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Inspiración
Así como cada artista podría tener su musa, por decirlo de alguna manera menos complicada, Bacon tuvo a George Dyer, su eterna y conflictiva inspiración. Dyer era un alcohólico criminal a quien Francis le tenía un enorme amor; constantemente le pintó como un sujeto de fuerte musculatura, pero de endeble estructura emocional. El posterior suicidio de George hizo que Bacon cayera en una terrible depresión y un análisis como nunca antes se vio en su obra en torno a la muerte y la desesperación.
“Tanto en mi vida como en mi persona, he sido alumno de mí mismo. Traté de buscar una técnica capaz de reproducir la realidad profunda y no la apariencia de las personas”.
Francis Bacon