Quien haya leído “El Código Da Vinci” puede entender fácilmente esto. Quien no, está mintiendo, porque todos tuvimos acceso a ese libro nos guste o no. Quizá no sea la referencia más culta, pero vamos, ¿qué es lo culto? Absolutamente todo. Y hoy, ese best-seller de Dan Brown nos es extremadamente útil para hablar sobre la proporción áurea. Ese número irracional que los pensadores de la antigüedad descubrieron al observar que entre dos segmentos pertenecientes a una misma recta hay un vínculo muy especial. Éste, el cual es la proporción en sí, se puede hallar en la naturaleza y es justamente por eso que se considera un cálculo perfecto y mágico; todo lo que obedezca a ese numero es considerado bello.
Si lo traducimos al lenguaje de las matemáticas, las operaciones que le definen son también pensadas mágicas y suelen expresarse como 1 más la raíz cuadrada de 5 sobre 2; el resultado es aproximadamente igual a 1, 61803398874989… A estos cálculos se le asocian también la regla de tres y la sucesión de números Fibonacci.
Sin embargo, lo realmente interesante surge cuando esas ideas sobrenaturales y aritméticas se traducen en la producción artística desde viejos tiempos hasta la actualidad; esa proporción, también llamada Fi, fue adoptada por artistas, artesanos y arquitectos como señal de concordancia ante los principios de crecimiento y dinamismo en las formas de la naturaleza.
21 fotografías que demuestran la belleza geométrica de la naturaleza
A continuación, 10 grandes obras que se han caracterizado en la historia por obedecer las pautas estéticas y métricas que definen, según algunos, la belleza de las cosas.
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“Las Meninas” (1656), de Diego de Velázquez, contiene esas medidas para una composición técnicamente perfecta.
“Adán y Eva” (1507), de Durero, también obedece a esa proporción y justamente la espiral que todos conocemos de esa figura fue descubierta por él.
El rostro de “La Gioconda” (circa 1517) fue elaborado con dicho rectángulo proporcional por Leonardo da Vinci.
El mismo maestro renacentista observó que estas medidas daban por resultado la armonía del cuerpo humano y ello es constatable en “El hombre de Vitruvio” (1490).
En “Blanco y negro” (1950), de Cartier-Bresson, es posible encontrar —aún siendo una fotografía— esa mística figura que conforma la perfección de una imagen.
“Construcción en rojo y ocre” (1931), de Joaquín Torres García, demuestra que la pintura de abstracción o cubista también guarda determinadas proporciones que se identifican como una sola: la áurea.
El cuerpo de la Venus creada por Sandro Botticelli también obedece a un cuerpo armonioso y completamente proporcional gracias al número áureo.
En “David vencedor de Goliat” (circa 1610), de Caravaggio, también fue realizando siguiendo esa sucesión de cálculos que hacen del cuadro una representación geométricamente increíble.
Dalí echó mano de esta proporción y sus tradiciones pitagóricas para crear “Leda atómica” (1949), un retrato meticulosamente calculado tanto para su producción como para su apreciación.
La “Madonna del Cardellino” (1510) es vestigio de los amplios estudios realizados durante el Renacimiento y muestra cómo dos cálculos confluyen en uno solo y crean un cuadro simétricamente envidiable.
La relación de las artes con las matemáticas y otras ciencias en pos de la técnica marcaron el hacer estético del mundo durante siglos; las concepciones religiosas y místicas también regían dicha práctica y era muy común encontrar que las mencionadas exigencias o parámetros fueran la base de toda producción. Esos estándares a veces estaban ligados a la percepción, como se muestra en ¿por qué los bebés en el arte siempre han sido tan feos? y en las representaciones diabólica de la mujer en el arte.